30 oct 2006

Café y un perdón

Siempre hay algo de nostalgia en un café que se ha enfriado. Y en eso consiste mi vocación de ésta noche.

Vivimos en tiempos en que los aviones se confunden con estrellas; y tiempos en que los años todavía pesan, las horas continúan oleando esta forma de existencia.

Los lamentos vienen y van en las divagaciones de los muchos, pero todo pasa. La naturaleza sigue endeudada, y tal vez nunca hallemos un pago sin un Nosotros.

Les sucede también a las letras huérfanas, que sin alivio no más estando aquí quien les escribe les es retirado el prestigio, tan indefensas. Pero defenderse
no significa constancia, tal vez deberíamos permanecer estáticos, inertes, indelebles, profundos... como las letras opuestas que le siguen a la taza vacía; los tintes, la consistencia, el aroma, y las ideas... podemos hacer ésto, podemos continuar?

Es lo humano… cuando todo pasa. Lo universal… cuando precisa ser descubierto, y, descubrir, es una interrogación: ¿Es posible? La alternativa, el encierro, apartarse. Sin saber cómo estamos perdidos entre cuerpos, repugnantes, y sólo los odiosamente etéreos, sólo, si acaso, ellos... pero tal vez nunca hallemos sufragio ahí donde de cualquier manera debería estar escrito Nosotros.

El café adquiere su tono más elocuente cuando se ha enfriado, cuando ya no es deseado, sólo así se encuentra creado. Y algunos, sólo algunos absorben así delirantes su sabor. Y algunos, sólo algunos se sienten convocados y genuinamente conmovidos con lo que sigue, la ausencia del vapor...

Entonces escurres una nota como la lluvia que desciende desde el otro lado de tu ventana, lluvia de otoño en cuyas pautas te harás viejo. Lo que te llevará a coincidir con los autores más bellos sin poder soportarlo demasiado. Tus manos estarán temblando -pero eso ya lo habrán hecho antes- temerás a la exposición, pero, qué es lo que pasa… te estarás exponiendo?

La distancia perfecta entre todas las cosas es la que hay entre un humeante tostado y un frío amargo. Es su sazón, y se consume sobre este espacio, en este tiempo, en la vida y en la muerte, y todas las posibilidades; el universo es sólo un constante comienzo. El café puede acercarte, y puede apartarte. Pero en algún punto perdido en reflexiones, encontrarás siempre un Nosotros...

... Ya se sirve otra taza. Otra condena diseñada; ésta vez café de campos híbridos, de novicia invernal, ríos aromáticos del África. Cumplirá su frívolo cometido y lo hará mientras tratemos de sostenernos al asilo de nuestras letras; todo lo que tenemos. Café bajo las tejas, café en la plaza, café en las ruinas, café en el vuelo, café en el tren, bajo la lluvia... pero cerremos nuestro libro que no puede dejar de escribirse, dejemos constancia en una nota expuesta, como ésta. Abandonados y extendidos en delicado sorbo, delicado placer.

Yo cierro el libro. Realizo autoagresión por escrito, inhalo los granos y, a todo esto, imagino un Perdón.

5 sept 2006

El círculo de lectura de Jane Austen

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-“Leer a Jane Austen hace que te den ganas de enamorarte”… es una frase concluyente que se me ha quedado fija del final de El círculo de lectura de Jane Austen; un filme que tuve la oportunidad de ver el año pasado, y que me pareció bastante agradable; lleno de emociones y frescura, y cargado de esas escenas tristes y cómicas que tanto bien hacen a un espectador como yo. El recuerdo de esta cinta me vino a la mente hace un par de días mientras terminaba mi lectura de La Abadía de Northanger; una linda odisea que me acompañó los últimos días del año y que inevitablemente ha concluido, de alguna manera.

Hasta este momento sólo tengo el recuerdo de una función absolutamente inolvidable por aquellos meses y, quizás, todavía el sabor de un guión particularmente atractivo.



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4 sept 2006

La Villanella de Kapsberger

Acaba de llegar desde el viejo continente mi pedido de La Villanella... y es una travesía perceptual lo que me ha provocado esta obra musical; un deleite arquetípico. Se trata de la colección de las Obras vocales e instrumentales de los libros "Villanelle a 1, 2 y 3 voces", '"Intavolatura di chitarrone", "Arie Passegiate a voz solax", y "Sinfonie à quattro con bajo continuo" escritos por Giovanni Girolamo Kapsberger.

G. G. Kapsberger fue un compositor e instrumentista nacido en Circa (Alemania) en 1580 que vivió gran parte de su vida en Italia. Su obra es de una belleza indescriptible y cronológicamente representa no sólo el final del Renacimiento sino el primer tercio del Barroco. Kapsberger cumplió un rol importante como compositor e intérprete en el desarrollo de un estilo virtuoso para los instrumentos pulsados que se caracterizó por el uso de vivos ornamentos. Su música instrumental publicada refleja su estatus de virtuoso y consiste sobretodo de piezas cortas como tocatas, partitas y danzas para chitarrone, laúd o teorba. Asimismo, su música vocal es diversa y las mejores obras son aquellas religiosas, sobretodo las Cantiones Sacrae. El libro en cuestión, el primero de Las Villanelas (1610) contiene también varias canciones en forma de danza.

Kapsberger - La Villanella / Pluhar, Zomer, Vittorio, et al es una grabación mágica

El grupo L'Arpeggiata, bajo la dirección de Christina Pluhar y el sello Alpha records, presenta esta obra con una cautivadora y variada selección que intercala piezas instrumentales inéditas y deslumbrantes en festivas sinfonías y vocales de distinto signo a caballo entre lo conservatorio y lo popular. Monodias con acompañamiento escrito en tabulatura de chitarrone enteramente consagradas al desamor.

Nos encontramos ante una de las obras más finas de Kapsberger y una adaptación vocal extraordinaria.

Aludimos quizás a una especie de autismo trágico romántico descendiendo a una atomósfera sonora que transporta a los restos de una ciudad, quizás ahogada, quizás sofocada, pero definitivamente en ruinas. Donde quizás algún día un fatal atardecer serenó los cantos de hombres solitarios, soberanos, angustiados, pensantes y de otros tantos; dueños de tierras, familias enteras, apadrinados por el trabajo, encolerizados, románticos perdidos, turbios y vulnerables, taciturnos, y descorazonados... como prediciendo tragedias a cámara lenta..

... la Tarantella di Sannicandro es una de las piezas más genuinas de esta grabación; cuyo único inconveniente para el interesado es que es demasiado difícil de conseguir. En fin, La Villanella es una obra magnífica realmente Tentadora.

El beisbolista triste (versión blog)

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Ahí están las muchas cartas, y los muchos reclamos. El desprecio, la ingratitud de años. Ella no lo amará cada día ni compartirán el semanario, no se sentarán y verán a los hijos crecer. Él no terminará nunca de lavar autos y, además, el documento ya está firmado: se llama Divorcio.

El beisbolista triste va sentado en el transporte público, su mirada perdida. Sus pantalones no están aseados, su bigote desalineado. El beisbolista triste va con esa tristeza que sólo reflejan los hombres comunes, corrientes, ordinarios. Se aferra inconscientemente y carga con ella. Mira a los demás con desprecio, como si le debieran algo, pero luego se va quedando dormido entre estaciones del Metro y el sol de domingo. El beisbolista triste incluso es distraído; no se ha levantado a ceder el asiento a la mujer embarazada.

Toma su mochila y se baja en el parque de pelota (más bien un baldío). Se quita los tenis y se pone los spikes que le regalaron hace años; paga su cooperación, intenta ser amable con el juez de primera –quizás uno de estos días vaya a pedirle trabajo en la ferretería-. El beisbolista triste... arrugas, cicatrices, pérdidas... 43 años, aunque parecen más. Y el viejo mascachicles de canas le dice que se apresure, es hora del ¡playball!

Y al entrar al terreno, y al hundir sus spikes entre los kilos de tierra, respirar el polvo, sudar el domingo, el beisbolista triste obtiene el presagio de que todo tiempo (tal como en el juego), simplemente va quedando atrás…

De repente, por 9 entradas, quizás más, el universo está contenido en un Diamante, el universo consiste en un montículo, en jardines, en almohadillas, en los kilos de tierra y el poco pasto, ¡el universo está en el pasto! Sin más realidad, hace lo suyo con el guante, su gorra y la pelota. El beisbolista triste no jugará de tercera (esta vez sí llegó “el tercera”); el beisbolista triste está hoy enel central.

Y no hay caos y no hay ciudad, y no hay campo y no hay iglesia ni tampoco pecado. No hay sobrepeso, no hay crisis económica. No hay suciedad, no hay autos por lavar, no hay mujeres, no hay hijos, no hay diabetes, no hay enfermedad. No hay trenes suburbanos, no hay cortesías, no hay saludos que hacer, no hay salarios que ganar, no hay trabajos… ni peleas maritales.

El beisbolista triste camina, moreno y chaparrito, casi ya calvo con su panza y su bigote, se limpia la boca sudorosa con las mangas; su uniforme tampoco está aseado, pero le gustan los vivos verdes que tiene... El “umpire” grita ¡playball! El beisbolista triste siente una extraña emoción, indecible, inconmensurable. Quería ir a la playa para Navidad; debió ahorrar pero no lo hizo, mas ya no importa, todo eso ha quedado atrás.

El juego comienza, la vida comienza, su cuerpo rejuvenece, los años son sólo respiros, sus ojos, ¡sus ojos toman brillo! Los abre bien, observa todo, observa a todos, saborea el polvo entre los dientes. “El primero al bat” ha tomado el madero –ese maldito muchacho treintón alto y bobo, el mismo que un día lo estampó cuando era “cátcher” provocándole lumbalgia por una semana-.

El lanzador está listo –deseará que lo ponche- ¡Vuelve a abrir grande los ojos! Todo es tan brilloso, ¡sepia brillosa!... su corazón mantenido en un flujo extraordinario se llena, se despliega en un estallido sobrehumano, siente calor y frío, vellos erizos; no sabe que eso se llama Emoción.

A Dios las cosas de Dios, y al beisbol el resto.

Y el beisbolista triste no llora, no dice que está triste, no piensa que está triste; y nadie se atrevería siquiera a llamar a lo suyo, Tristeza. Tan sólo es un beisbolista triste -el adjetivo que le viene mejor-. Y se acomoda su gorra, y las entradas transcurren y... ¡jamás regresará a casa! El juego para él, es eterno, y su vida, cuando llegue su turno de batear, la sentirá de esa manera. Quizás sin pensar, que eso podría llamarse Felicidad. El beisbolista triste es feliz, gracias a nuestro maravilloso juego.

20 ago 2006

Nectar

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"Mis cartas yacen en tu ventana, amarillentas por el sol, escritas al tiempo en que nuestro amor era lo primordial. Tan sólo escaparon de mi pluma, que está rota ahora. Y al no poder escribir cualquier cosa, y al no estar cerca de ti; toda esta aflicción que la alegría otorga, muestra tan sólo la verdad de las cosas, el cambio... "


Nectar, Tindersticks 1993
Painting Open window by Marc Chagall, 1971

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5 ago 2006

Hello Daylight

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Nada. Hoy sólo pienso que la gente debería escribirse más y verse menos. O escribirse más y hablarse menos. O escribirse -mejor-. No sé. La maravilla de escribir es que no tienes que poner una cara bonita para hacerlo... Dicen por ahí que, cuando no tengas nada bueno o interesante por decir, es mejor dedicarse a realizar observaciones sobre el clima. Es un pensamiento cómico y certero. Por mi parte, a estas alturas quisiera agregar que, o bien, puedes tararear canciones. Aquí está la mía: Hello Daylight, de Arab Strap...



"I sprained my arm for you, when you hid me under the covers and held my hair. Did we just forget that we're lovers? It all came back as Sunday was dawning, but I was useless for most of the morning. The sweat was pishing off me and the duvet had been kicked away. You said something new, straight to work, up and dressed right away. It all came back as Sunday was dawning, but I was useless for most of the morning".
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31 may 2006

El hombre como síntesis del universo

(fragmento)

En los albores de este nuevo siglo nos encontramos padeciendo las consecuencias de una civilización caduca. El hombre de hoy, el hombre de los tiempos modernos se encuentra inmerso en el más profundo ensueño, y eso parece alimentar el hecho de que en efecto, si algo somos ahora, es unos auténticos primitivos modernos.

Este siglo XXI con toda su espectacularidad, guerras, prostitución, sodomía mundial, degeneración sexual, contaminación, crueldad exorbitante, etc., etc., etc., es el espejo en que debemos mirarnos; no existe razón de peso como para jactarnos de haber llegado a una etapa superior de desarrollo.

Redefinir los postulados científicos es una tarea impostergable, hacer conciliar los principios bajo los cuales la religión ha caminado por tantos siglos, y con los que la ciencia ha descubierto, es uno de los esfuerzos que más vale la pena desarrollar. El eterno conflicto entre lo material y lo espiritual está asentado no sólo en las páginas de la historia; forma parte de las inquietudes básicas de nuestra vida. Sin embargo lo imperante es la discriminación entre lo parcialmente cierto y lo universalmente necesario. De esta manera la motivación de este análisis se resuelve por sí sola.

Partamos del hecho de que los fenómenos en modo alguno coinciden exactamente con los conceptos formulados por la mente. Cuando intentamos inferir conceptos al observar tal o cual fenómeno, de hecho dejamos de percibir la realidad del fenómeno y sólo vemos en el mismo el reflejo de las teorías y conceptos superpuestos que en modo alguno tienen que ver con el hecho observado.

La creencia de que la naturaleza se encuentra bajo una dirección inteligente no es absolutamente exacta. La famosa teoría de la evolución de Darwin propone que el polvo se convirtió en aminoácidos que se transformaron en células vivientes que evolucionaron en sentido ascendente a través de un proceso gradualmente cambiante, hasta la actual forma elevada del Homo Sapiens, el ser humano moderno. Esta teoría – y es preciso señalar que se trata de una teoría, no de un hecho comprobado- pertenece primordialmente a los aspectos materiales de la vida, de ninguna manera toca o toma en cuenta los aspectos espirituales. Pero podemos ver, no obstante, que deja abierta la posibilidad de que se continúe en sentido ascendente hasta llegar a una evolución material todavía más elevada del hombre. Es quizá en este aspecto de la evolución en el que estaba acertado Darwin, pero falló al orientarlo hacia el origen material del hombre.

El materialismo, como una de las pautas esenciales del armamento científico, ha procedido a rechazar el estudio e incluso a negar la existencia de una dimensión espiritual en el hombre. La ciencia materialista ha intentado crear medios eficaces para aliviar las formas de sufrimiento más obvias –las enfermedades, la pobreza, el hambre-, pero ha hecho muy poco para alcanzar la realización interior, una verdadera satisfacción emocional, y menos aún, por discernir a una disciplina filosófica de origen.

No es muy preciso comentar Occidente, pues forma parte de nuestra cotidianeidad; la ciencia occidental sólo reconoce como reales a aquellos fenómenos que pueden ser observados y medidos objetivamente. . En contraste, las filosofías espirituales de las grandes culturas antiguas y orientales consideran a la conciencia y la inteligencia creadora como atributos primarios de la existencia, a la vez inmanentes y trascendentes del mundo fenoménico. La diferencia crítica entre ambas se halla en sus respectivas ideas acerca de la naturaleza humana.

Tampoco podemos ignorar el hecho de que en la actualidad, existen muchas vertientes que intentan religar al hombre con sus aspectos más divinales, más espirituales, como la llamada Nueva Era. Pero estas tendencias falsean en la extravagancia de sus prácticas y la alteración original de sus causas. Por lo que lejos de convertirse en senderos de análisis, corrompen y propician confusión, una transculturación sin fundamento (podemos incluir a la denominada cultura-pop). Parece que vemos silenciosamente a la espiritualidad formar parte del catálogo de las grandes empresas y de los negocios del diario vivir. Los textos torales son puestos en boca del dominio público y con ello subestimados y simplificados, por citar algún ejemplo.

Pero los modelos perennes son esencialmente distintos. Más la condición no es exclusivamente espiritual, también incluye los aspectos evidentes de lo cultural, lo económico, político, ético, moral, incluso teleológico. Lo cierto es que nos encontramos con derivaciones de un problema crítico del quehacer filosófico. Convoca a la hilaridad que la incomprensión de nuestra relación universal nos haga muy difícil hablar al respecto, ya que de entrada un uso riguroso del lenguaje nos lleva a las primeras confrontaciones, lejos aún de la relevancia del discurso.

Sea tal vez sea que el hombre per se esté predestinado inevitablemente a languidecer en los fríos entramados del tiempo?. La pregunta inevitable sería: ¿qué hacer?

Debe ser que algún fin supersubstancial encierre toda ésta existencia, todo este drama, este sufrimiento; porque, retomando a Artur Schopenhauer inspirándose en el budismo clásico: Si nuestra existencia no tiene por fin inmediato el dolor, puede afirmarse que no tiene ninguna razón de ser en el mundo. Porque es absurdo admitir que el dolor sin término que nace de la miseria inherente a la vida, y que llena el mundo, no sea más que un puro accidente y no su misma finalidad. Cierto es que una desdicha particular parece una excepción, pero la desdicha general es la regla. Abrimos camino a la necesidad de una completa revolución de los conceptos arcaicos del dolor y sufrimiento, y de la armonía y amor en el universo.

Ahora bien. Antes de ocuparse, quizás sea necesario despertar, despertar completamente nuevos a este panorama enfermo como una primera condición para apenas entonces emprender algún camino de valor. Asomarse a la vida diaria es delinear el determinismo de la Voluntad. Cierto es que muchas naciones que hoy forman parte de los destructores de vida, tuvieron un pasado floreciente y armonioso, pero quién será responsable, podríamos intervenir sólo al capitalismo?, las injusticias sociales? la revolución tecnológica? mundialización?... preciso es descubrir la extracción que podemos realizar de ello. Pero he aquí un cuestionameinto, nuevamente ¿qué hacer?

Tampoco podemos ser esclavos del análisis. El hombre está contenido en el universo y el universo está contenido en el hombre. Podemos comenzar por contemplar al hombre como una síntesis del universo. Ya lo redactara alguna vez Carl Gustav Jung: el alma no puede ser objeto del juicio y conocimiento, mucho más son el juicio y conocimiento el objeto del alma.